El suicidio es un grave problema de salud pública y supone una tragedia que afecta a comunidades y países, con efectos duraderos para los allegados y familiares de la persona que lo comete.

La Organización Mundial de la Salud describe así esta problemática que, según estima,se cobra anualmente cerca de 800.000 vidas ( sin añadir el elevado número de personas que intentan hacerlo), siendo considerada, hoy en día, una de las principales causas de muerte en todo el mundo(Goldsmith et al.,2002).

Por su parte, el Observatorio del suicidio en España (institución privada sin ánimo de lucro cuyo objetivo es el de fomentar la salud mental y prevenir los trastornos mentales y el suicidio) ha publicado un informe en el que advierte que los 3.569 fallecimientos suponen 10 personas al día, y alerta de que bajo otras causas externas( ahogamiento y envenenamiento, caídas u otros accidentes)podrían estar ocultándose muertes por suicidio que,por distintos motivos, no son asignados a esta causa( Fundación Salud Mental

España[FSME], 2017

De forma específica,el suicidio juvenil se ha convertido, en los últimos años, en un problema de salud pública significativo, erigiéndose después de los tumores, como la principal causa de mortalidad entre la juventud española(de 15 a 34 años)[FSME, 2017].

Algunos estudios indican que la ideación suicida, las autolesiones y los intentos de suicidio son más comunes entre los jóvenes que el mismo acto del suicidio.

Dada la gravedad de este problema , se recomienda siempre realizar una adecuada evaluación psicopatológica y social que incluya las características psicológicas y contextuales del paciente, así como una evaluación de los factores de riesgo y de protección de conducta suicida.Considerando que el suicidio es un fenómeno complejo sobre el que influyen múltiples factores –  incluyendo factores biológicos,clínicos, psicológicos y sociales- la identificación de  los diferentes factores de riesgo y de protección puede ayudar a tomar decisiones preventivas racionales y a determinar la naturaleza del tipo de intervenciones requeridas, siendo además un componente clave de cualquier estrategia nacional  de prevención del suicidio (OMS, 2012).